Estamos viviendo tiempos muy difíciles y la pandemia
se agudiza cada día más. No represento a la iglesia evangélica, simplemente lo
haga como un creyente más en el Perú, en América Latina y el mundo. Como
periodista cristiano, veo y soy testigo de lo que ocurre a nuestro alrededor. Por favor no hagan visitas ni visiten a nadie, no por
falta de amor, sino por todo lo contrario. Si amamos a nuestros hermanos, no hagamos
nada que los perjudiquen. Varias personas han fallecido, incluyendo creyentes,
sin haber salido de casa, el virus llegó con una visita u otra persona que lo trajo.
Sólo han quedado huérfanos, viudos, dolor, soledad y tristeza. Es verdad que
estamos en la mano de Dios, pero la separación del ser amado es un dolor
profundo que si es real.
Tomemos la distancia social y si salimos usemos el
tapaboca, y si es posible, el protector facial. Pueden ser asintomáticos y sin
querer, transportan y propagan el virus. No permitan que otros se acerquen
hacia ustedes sin las medidas de seguridad. El amor al prójimo, también es
decirle cómo se deben hacer las cosas correctas.
Tengamos cuidado en el transporte público, bancos,
mercados y otros lugares donde hay concentración de personas. Se ha comprobado
que estos lugares son focos de contagio. Si la reunión es con creyentes, tomen
las medidas de precaución. No estoy a favor ni en contra de los cultos en las
iglesias, hoy prohibidas por razones de la pandemia. Simplemente seamos
prudentes, acatando las normas vigentes. El creyente se sujeta a las normas
vigentes. Nadie nos prohíbe nuestra fe, debemos compartirla usando herramientas
como el teléfono, WhatsApp, correo electrónico, Messenger, videollamadas,
aplicativos de reuniones (Zoom, Google Meet, Jitsi Meet, Facebook Live, etc.) y
diversas redes sociales. No habrá una iglesia en un lugar determinado, pero
ahora cada hogar es una iglesia. Oren, alaben y adoren al Señor en sus casas, y
oremos para que pronto se descubra una vacuna y todos tengamos la libertad de
reunirnos públicamente para adorar a Dios.
Lávense las manos con agua y jabón para lavar ropa
constantemente para desinfectarse. También usen alcohol para esos fines.
Llegando a casa, si han estado en algún lugar de concentración, desinfecten la
ropa que usaron y los zapatos. Aún en la Biblia encontramos a gente que cuando
llegaba a una casa, se les lavaba los pies por la contaminación de los caminos.
Esta pandemia no es el apocalipsis, ni el fin del
mundo. Para los creyentes es una prueba más. Nuestras vidas están llenas de
prueban y retos. Es parte de la disciplina de Dios para hacernos más santos y
consagrados. Vivamos hoy como si fuera el último día de nuestras vidas.
Estamos llamados a ser luz y sal de la tierra en la
obediencia, prudencia y otras medidas de bioseguridad. Dios nos use para ser de
bendición para otras personas. (César Sánchez Martínez).
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